Me pierdo en el maremoto
mundano
con la daga que hiere el
pensamiento.
Siento el contacto de una
mano
que me lleva como hoja con
el viento.
No soy diferente a las
criaturas
y mucho menos poseo algún
encanto
que pueda destellar
ciertas dulzuras
de la rosa o el cáliz del
amaranto.
Siento que desgarro la
escritura
vertida en las garras del
deseo,
o ataviada con sierpes de
amargura
y hasta me espanta muchas
veces lo que veo.
De corrompidos y hastío
corazones,
embrujados por tinieblas
tenebrosas.
No es extraño que se frustren
ilusiones
y que prefieran leer
obras de prosas.
Piensen que siento el
dolor como cualquiera,
el amor, la amargura y la
tristeza
y fabrico en mi pecho la
quimera,
como el niño que se
ampara en su pureza.
.
Galapo con los sueños en
el viento
y me adentro sin saberlo
en un abismo,
donde veo corrompido
hasta mi aliento:
-¿Son esputos engendrados
por mi mismo?
Cuando el frío y el dolor
traspasa la agonía,
me abrazo como un niño en
los brazos del ábrego
y grito como un loco –¡OH,
Dios mío que alegría!
Al volver la lucidez como
un rayo al hombre ciego
que se ahogó alguna ves,
en su infecta fantasía.
Y entonces, exprimió su
frente blanqueada,
para hallar el sabor de
un dulce sueño.
Fui bebiendo del agua que
tú bebes
y caminado como un ciego en el deshielo.
Con la lánguida ternura de esa nieves.
fabriqué igual tú, castillos en el suelo.
Fui un molde, semejante a ti, criatura,
también llegué a pensar que fui gigante
Y hoy me veo en la fría sepultura;
soy la nada de un deshecho, caminante.
No derroches de tu estío
la fragancia
y conserva en tu alma la alegría
Ve sembrado en tu entorno
la eleganci
y sobre todo, de español
la gallardía.
*