Yo también
estaba allí, Señor,
cuando te
crucificaron,
y aunque sí,
me arrepentí;
poco hice por salvaros.
Vos,
tuvisteis que morir,
para librar
del pecado
el hombre
viejo que hay en mí,
que tanto
mal te ha causado.
Señor, ¿Cómo
poder redimir
tanto mal
como te he hecho?
Siento en
mis labios afluir
el amor que
hay en tu pecho,
y el que
entregaste por mí.
Y aún no sé
con que derecho
puedo
preguntarte a Ti,
con
desvergüenza y despecho,
¿Por qué
quisiste sufrir?
¡No me
preguntes Señor,
porqué entro
en las cloacas
que corrompen
mi interior!
No, no me
pregunte Señor,
Porqué le
grité a Pilato,
–¡Crucifícalo!
Crucifícalo...
Aún se
estremecen mis labios,
mi alma y mi
corazón
al recordar
la agonía
de tu subida
al Calvario.
¡Dios mío
cuánto dolor!
Nunca he podido
olvidarlo
y menos
porque fui yo,
uno más que
hacia el Cadalso
te llevó a
crucificar.
Tu cargaste
con las culpas
sin darles
una explicación
al total de
aquella chusma
carente de
compasión.
De Dios, que
se entregaba
a la suprema
pasión;
y después nos
perdonaba
con su
plegaria, El Creador,
para que nos
perdonara
como Él nos
perdonó.
Tu Madre,
allí traspasada,
alma y pecho
con dolor.
Con filo de
siete espadas
que el
profeta profirió.
La sangre
que derramaba
era el
Cordero de Dios.
Se rompió su
alma en dos
al ver como
desangraba
el hijo que
ella parió...
que soportó
el Redentor,
y bien sé
que fue alegría
lo que mi
alma sintió
con la luz
del nuevo día.
Se cumplió
la profecía
y Jesús
resucitó.
Entonces el
hombre decía
como siempre
digo yo,
–Que aquél si
era el Mesías.
Por lo cual
te voy gritando
–Señor mío,
tu perdón.
Perdón de
aquellos pecados
que de un
principio heredó
como yo,
tanto malvado
que sólo
recurre a Vos,
cuando se
siente agobiado.
¡Y yo! Ay
yo,
soy un vivo
sepultado
desde antes
de nacer,
porque mi
mente ha pecado,
una y una y
otra vez,
de un modo
desmesurado.
Dios mío
¿Qué puedo hacer
para redimir
el pecado?
Y llegar a
comprender
que sólo con
tu legado
podría
empezar a ver
los
sustentos que he buscado?
Yo no tengo
más fortuna
que la que
de Ti, he heredé;
cuidada
desde la cuna
por la que
me dio su ser.
Ambas las
pongo en tus manos,
con amor y
el mayor celo
que pueda
haber en cristianos
que quieren
llegar al cielo.
*
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