Ya está
bien, mi amor,
no me dejes despertar.
No golpees más a mis sienes.
Quiero dormir y descansar.
No
quiero verles, ni hablar
con las sombras de los sueños,
ni con las flores, ni la mar,
ni con la rosas amarillas
que no me dejan, ni andar.
Nunca
dirán estos labios
que maldicen la existencia,
ni que la vida me ahoga
con su funesta presencia.
Seguro que no lo haré,
por que le debo el respeto
a los demás y a mi fe.
Porque bien sé que es lo cierto
que mi esposa da mi ser
Es la
vida un laberinto
de escollos llenos de espinas.
Por eso miro ese evento
de la mirada Divina.
Sólo desdeño el soñar
y vivir en los recuerdos
de un amargo despertar,
el que me secuestra luego
en la mayor soledad.
Me
asusta tanta flaqueza
cuando se termina el día
que me agobia con tristeza.
Temo que sea la agonía
de un sueño sin despertar
o tal vez la cobardía
de ver sueños sin soñar.
Soñar, soñar. ¿Qué es soñar?
¿despertar cada mañana
sin saber si fue verdad
el sonar de una campana,
el jazmín o el arrayán
o la luz de tu ventana
si fue tan sólo oscuridad?
Me
atormentan muchas sombras
y las desganas de ser,
recuerdos de aquellas obras
que quedaron sepultadas por hacer
en manantiales de estrellas,
esparcidas en las sombras
de un hoy, que no fue el ayer.
Yo también tengo un espej
que me ensombrece su luz.
Nunca puedo estar tan lejos
que no me arañe alguna cruz.
Ese
espejo trasparente
que nadie quiere mirar.
Cuando tus deudos desfilan
como fantasmas al andar.
De
aquellos que ya pasaron
y sus caras, sí qué están.
De aquellos que se esfumaron
en el marco sin cristal...
Por eso
les voy pidiendo
que no me dejen soñar.
Quiero enterrar los recuerdos
donde no los pueda hallar,
ni siquiera un pensamiento
de la luz o la oscuridad,
tras un profundo desierto.
No quiero vivir el recuerdo
con la espadañas negras de la noche,
y que la brisa del rocío en lo que creo,
riegue mis ojos de miradas verdes.
Pero en cambio sí es mi deseo
el dejarme acariciar de la fragancia
de aquella, fuentes caudalosas,
que duermen en mis ser sin la distancia.
Quiero
que me dejen vagar sobre la hierba
de los páramos siderales y ultramar;
cuando ellos se sepulten en la nada
y mi pecho sienta ansias de llorar;
dejadme con la locura caminar
hacia el viento transparente de la tarde.
Siento miedo del dolor,
pero mayor es lo que siento
de no sentir su estupor.
¿Cómo andaría sin él?
Sí yo nunca tuve un día
sin el dolor en la piel.
Aunque me hiera, lo quiero
porque siempre fui de él
su mas noble compañero.
Lo
mantengo tan adentro
que cuando el se me pierde
yo mismo voy a su encuentro.
Cuando
en mi pecho despierta
sin la luz opaca del cristal,
es, como una puerta abierta
o caverna sin fanal;
es igual que si partieran
mi pecho con un puñal.
Desierto
y abandonado
va mi corazón sin puerta.
Desierto y atropellado
va hacia un norte de quimera
y en su sombras está clavado
sobre una cruz de madera.
Si el
sueño no fuera sueño
y se pudiese despertar,
yo me sentiría el dueño
del espacio intemporal,
donde la noche no es fría,
ni la miel es del panal.
dónde nuca se sabría
sí mi sueño es realidad,
o en realidad yo dormía.
Si
dormía, no quiero despertar,
aunque el amargor del sueños
sea igual que un retamar.
Y hoy sigo despierto con el empeño,
para qué buscar en la profundidad
queriendo hacer de mi sueño
lo que fue siempre verdad.
Despertarme, que no quiero mas soñar.
Despierto, puedo llevar la cruz
sin tener mas que llorar.
Yo sé que el cielo da luz
y fuerzas
para llegar,
mi amor, donde duermes tú.
*