Yahvé, esperanza y dulzura
¿Quién dijo que Tú eras Él,
el portal de miel más pura?
¿Llave de un panal de miel?
¿Fuego sin nombre o mujer,
y sólo desnudo y sin luz?
¿No vino la luz de Él,
mandando su Hijo a la Cruz
con la amargura de hiel
y con los azotes de Belcebú?
Resplandecieron los soles.
y se apagó la oscuridad.
No habían criaturas, ni
flores,
ni en el mar profundidad.
Hoy tenemos los caminos y
soles
y de Dios, su mano y fraternidad.
Busco, rebusco y no encuentro
y miro sin saber mirar.
¿Adónde duermes, Yahvé,
en el sol o estás en el mar?
¿En las estrellas tal vez,
o quizá en el más allá?
¿Estás en los corazones
con tus hijos dando paz
o vives en las pasiones
de la buena
voluntad,
o sólo en las canciones
hechas para Navidad?
No parare de buscar
la llave de la dulzura.
Cuando me marche de aquí
buscaré en la eternidad,
sí no te encontrará allí,
buscaré aún más allá.
Recorro grandes llanuras
y no paro de buscar
sin hallar
una abertura
que me pueda
consolar.
Sólo encuentro tu dulzura,
pero quiero ver tu Faz.
Yo sé que aún no hay criatura
que te pudiera mirar.
Te vemos todos los días
en las semblanzas de paz,
rebosante de alegrías.
Y yo me empeño en buscar
muy distante
en fantasías
a tu Morada
real.
Sin Ti, ¿De mí, qué sería?
Quizá una brisa del mar
o una luz de cualquier día
sin ser
capaz de alumbrar,
al no ser
melancolía
o zozobras
de un pesar.
Te busco en el coral,
en el ceno de las flores,
cuento la arena del mar
y te busco en los colores
del arco iris, ¡y es igual!
Algunas veces te escucho
en el llanto de un zagal
o en madre que lo amamanta,
o en la música al cantar,
en el sol que se levanta
en éste y otro lugar.
Yo no sé, por qué me aguanta:
–¿Te ríes, al verme buscar?
Descendí en otra vuelta
a la parte opuesta del sol
y me encontré unas puertas
formada de dos en dos,
al abrirse una de éstas
vi un grande resplandor.
Pero no vi cara alguna
en todo su alrededor.
La luz más fuerte que el sol
era una inmensa laguna
que vi con gran estupor
y volar mi corazón como pluma
sin sentido de razón.
Al sumergirme en los todos
pude llegar a la nada
donde habían mugres y lodos.
Sueño en grandes cabalgadas
para llegar de algún modo
hasta el fin de tu morada.
Allí gritaré ¡Yahvé!
¿Estás en montes o campiñas?:
-Sí, te escucho alguna vez,
estoy en caras de niñas
en el hombre y la mujer,
en las flores y en el llanto
y tú, no me
sabes ver.
Siempre,
sigues igual de ciego
cual si
fueras un bebé.
No dejaras
de ser lego
aunque lleves al papel,
lo que yo,
pongo en tus manos,
de lo que es
la verdad,
la que vas
despotricando
sin llegarla
a valorar,
del amor a
tus hermanos
lo que te
mando entregar:
–Sueño
con buscarte a Ti,
y hasta que
te pueda ver,
no me sentiré feliz.
Sé que actúo como un niño
que busca donde no estás.
Pero trato con cariño
a toda la humanidad
con el don que Tú, me das.
Sentí una voz a lo lejos:
–Levantas mucho los ojos
sin ver que estoy a tu lado.
Y sí que ves los despojos
que te
llegan del pecado.
Cada vez que
caes, te cojo
y hasta me
meto en tu piel
y en tus lágrimas me alojo
porque tú, eres mi propio ser,
y cuando lloras, me enojo:
–Yahvé, ya no voy a buscar
más,
voy por caminos torcidos
sin pensar que vas conmigo.
Te busco en lo escondido,
y hasta ahí no sé mirar.
Eres mi mejor amigo
y eres mi piedra angular.
Déjame andar contigo.
Acompáñame, Yahvé;
soy como el hijo perdido
que volviera alguna vez,
como las aves a su nido
a postrarme ante tus pies.
Voy buscando sin razón
y siempre fuiste conmigo.
Te quiero pedir perdón
como aquél hijo mendigo,
con todo mi corazón.
Eres mi mejor amigo
y me calmas el dolor
siempre que hablo contigo.
Al despertar, ya no busco
porque sé que estoy con Él,
y me lleva de su mano
a la grupa de un corcel.
Por el sendero más llano
hasta encontrar a mi mujer.
Señor, ya se donde estas;
en la brisa de los mares,
en los montes y las praderas.
Tu eres la mayor verdad
que el día que yo me fuera,
viviré, luna cierta realidad
Ya sé, quien eres, Yahvé;
Eres la luz de mis ojos;
Eres mi sombra más fiel.
eres fuerza de mis manos
las que llevan sobre el papel
mis sentimientos humanos.
*