Miro
y veo que soy nada.
¡De una estrella sepultada!
Ni siquiera el resplandor
de una vela apagada.
¿Para qué he nacido yo
si no sirvo para nada
que pueda darle sabor
a esta vida condenada?
Condenada en el dolor.
¿A caso no estaba Dios
para mandarme una estrella?
¿O no sé, escuchar la voz
cuando me habla de ella?
Tal vez en mi, otro hallan dos
gozando mi estrella, bella.
Perdón, te pido Señor
por maldecir a mi estrella.
Miro y veo que soy nada
de las flores o del mar,
ni siquiera una mirada
que me pueda consolar
a mi alma desolada.
Sólo me queda el llorar
con el dolor de la espada
que hasta me impide el andar.
el rocío de las montañas.
Y en cambio mi pensamiento
me destruye las entrañas
y solo tengo el aliento
de los ojos sin pestañas
que se estrellan en la muralla
de un grito que dice –¡calla¡
Voy buscando entre la gente
un lugar donde abrevar
de su fuente transparente
y sólo puedo encontrar
el desdén eh indiferente
que no me atrevo a expresar,
para no correr la suerte
que pueda herir a los demás
de la sombra de una luz
que diera una pincelada
a las llagas de una cruz.
Talvez de mi alma quemada,
o que no ve en el cielo azul
que mi estrella está apagada.
Pero allí, me esperas Tú;
que junto a ti esta mi amada.
Por lo que espero tu llamada,
para surcar el cielo azul
aún sabiendo que soy nada.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario