Desconozco
el sueño del silencio,
ni donde se exhibe su fría esfinge,
ya que nunca quise escuché su llanto
bajo el mármol sepulcral.
Solamente conocí el aullido del pasado
que silba como balas de cañón:.
enredadas en las zarpas de la muerte,
con la fuerza de un brioso garañón...
Porque el sueño del silencio,
sólo lo conoce, el que con silencio vive,
entre las sombras de los álamos
y con las pacificas multitudes.
Allá en la soledades hambrienta
de la luz, del alba sin amanecer
y bajo los estallidos de los ojos del
ciprés,
sin las miradas del estío en las verdes
primaveras
y ocultas del abrazo de las campiñas
floridas.
El lamido del viento es el consuelo
porque en las sombras gritan sin
piedad,
en los oídos de las noches blancas
y escondidos en las espumas azules del cielo;
hambrientas ¡Sí¡ del agua tibia del
rocío
y del aullido uniforme de las rosas
deshojadas, cual fantasmas o
danzarines
en los inermes suspiros de una fosas.
Las huellas blancas de la nieve
son el lecho de sus espadañas
enmohecidas
y con el paso de las telarañas
solitarias
que arañan las fisuras de los deshechos
huesos.
Pero el sueño eterno camina sin
descanso
hacia la cumbre flácida del cielo,
sin desolación alguna en sus penumbras,
ya que el grito del silencio quedó
mudo.
No existe ninguna sombría puerta
que pueda abrir las esquilas de la
noche;
solamente inexistente, un olvidado día
desconocido que cabalga con reproches
a la grupa de las sombras del olvido,
partido por las murallas infranqueables
del mármol y los ataúdes
descoloridos por las ásperas carcomas.
la que anda con la soledades.
Solas navegan las olas del mar,
el alcatraz y el navío sin bagaje,
el viento y la luz solar o el aire
Sólo va, sin rumbo el orbe terráqueo
con su gran velocidad imparable.
Solos van los pensamiento
en la inmensa oscuridad
y sigo sin encontrar o conocer
de quien me pueda orientar,
el aprisco del silencio,
aunque fuese en la profundidad
donde van los sufrimiento
sin saber donde aparcar.
Entre la brisa y el viento
yo voy buscando un lugar.
Tal vez que halla un evento
que algún poeta inventará,
como detener los tiempos
y hasta pode separar
las tinieblas de los cuerpos
o la luz de la oscuridad.
Hasta entonces mi velero
navegará sin saber como llegar,
con la mirada hasta el cielo
y si lo llegase a encontrar.
Por ventura algún lucero
que me pudiese explicar
como reemprender el vuelo
sin alejarme del mar.
Yo sé, que sería el primero
que escucharía el despertar,
del poeta y los troveros
que vendrían de otro lugar
el albañil y el minero,
para sentir el cantar
del Rojo el alpargatero
con mineras o, a trovar.
*
(El Rojo el alpargatero fue
un
personaje de los años,
treinta que vivió en La Unión
y
aún existen algunos
de
sus descendientes.)
***