¿Cómo se podría entrar
en el interior del alma?
¿Quién es capaz de decir
de que color es mi pecho,
o la fuerza de las espadas
que suele arañar la mente?
con las lagunas de las lenguas,
donde se llegue a obtener ese reflejo,
del oscuro fuego que yace
en las cumbres de los sueños
que galopan haciendo ese
sin pararse en la memoria.
O
allá, muy lejos en los páramos
de los enmohecidos silencios;
aunque el sonido de éstos,
sea el divertido cosmopolita
en lo carnavalesco de la mente
que huele a putrefactos muladares.
¿Cuál es el color del sentido
y la dimensión de la mente
que anida en los almizcles
y sin la fragancia del pecho?
Tal vez que nadie se atreva a responder,
ni acariciar la sombra de la pregunta
porque yace sepultada en el abismo.
¿Adonde
se trasladan las huellas
de la opaca luz que intuyo?
Donde puede que more el claro día,
porque la fuerza de los garañones
de la noche, se han convertido
en el estruendo de cañones.
lo que pesa la sombra de una nada
o el reflejo de las intenciones
malévolas de la mente?
Tal vez que en los brazos de la noche
pueda salpicarme el agua de esa fuente.
¿Dónde
se apoyan las palancas
de las palabras coherentes?
Sólo veo un vestigio de la luz
a través de la sombra de los ojos.
Es el único lugar donde pueden
abrevar las esquilas del silencio.
Allí,
en los páramos dorados
anidan los destellos de la mente;
cuando se sienten los estallidos
de las dudas, azotadas por el temor
de los galeotes cansados de vivir,
en una profunda reflexión
que se arrastran con la sinrazón.
Cuando afloran al exterior
los danzarines de la soledad
de una danza punzante de un adiós.
Y entonces los aguijones del camino
se duermen sin destellos de piedad,
con el detonar de lágrimas de fuego.
Donde bailan los macabros defectos
alrededor de un reducido espacio
de la mansión del alma o del pecho.
Por donde se abre los trampolines
de los mas bellos recuerdos
que quedaron en las garras del pasado
y escondidos en las sombras de algún
miedo.
El alma con los gritos del silencio
se deja atrapar por las ventanas
entreabierta, del arrepentimiento.
Y con la ayuda del corazón herido
se lanza a las catacumbas del desierto,
del más agreste y deseado sueño.
Escondido en el estanque de la sombra
entre aquellos desconocidos harapos
deteriorados con las dagas de palabras
infranqueables de un villano, fematero
que tropiezan con la luz, en lo
brillante
y que cabalga sin montura con el aire.
adornos fugitivos de algo que nos llena.
Que apenas si tiene donde apoyarse
en la ventana de una supuesta verdad
que se ha podido fabricar
en los brazos de una desértica noche
con las mentiras salpicadas de unas
voces
que se ha atrevido a fabricar
cualquier, demente y soñador poeta.
*
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