Quise
encontrar el la fría estela del silencio
algo que
creo que no existió
y sí
existió, ya no recuerdo su nombre.
Sólo me llega
a la memoria
aquella loza
que mis ojos no pueden taladra.
No la pueden
perforar
porque el
escudo que custodia aquel silencio
es un
estruendo sepulcral
que sepultan
las miradas de los ojos,
para que no
puedas mirar,
aquellos
ojos azules que vieron las estrellas,
los labios
que sellaron nuestro amor,
las manos
que estrecharon este pecho
que hoy se
parte en dos mitad por el dolor
de tantos eventos
maltrechos.
Y en cambio
no recuerdo sí exististe
o en los
sueños fuiste una ilusión
que al
despertarme de ellos,
sólo escucho
el estruendo de tu voz,
y el
estampido desgarrado del silencio.
Y el
supuesto llanto de una alondra
que se
empeña en volver a despertar,
lo que sé,
que no existió en la memoria.
Sí algún día
esa sombra se extinguiera
y mis sueños
se volvieran realidad,
te aseguro
que las fauces de la muerte,
para mí
sería, como un nuevo comenzar,
desprendido
de sus brazos como un puente
para unirnos
a los dos en el más allá,
donde el
sueño, ya no es un sueño,
si no una
bella realidad.
Y eso para
mí, tan sólo tiene un nombre,
el que he de
bordar con oro en las estrellas.
Es muy
simple, si se pintará en el Cielo,
al
conjugarle es el verdadero amor
que al
simplificarlo es ¡Aún te quiero!
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