martes, 26 de mayo de 2020

UN SILENCIO DESCONOCIDO.

                    
         Desconozco el sueño del silencio,
        ni donde se exhibe su fría esfinge,
        ya que nunca quise escuché su llanto
        bajo el mármol sepulcral.
        Solamente conocí el aullido del pasado
        que silba como balas de cañón:.
        enredadas en las zarpas de la muerte,
        con la fuerza de un brioso garañón...

        Porque el sueño del silencio,
        sólo lo conoce, el que con  silencio vive,
        entre las sombras de los álamos
        y con las pacificas multitudes.
        Allá en la soledades hambrienta     
        de la luz, del alba sin amanecer
        y bajo los estallidos de los ojos del ciprés,
        sin las miradas del estío en las verdes primaveras
        y ocultas del abrazo de las campiñas floridas.

        El lamido del viento es el consuelo
        porque en las sombras gritan sin piedad,
        en los oídos de las noches blancas
        y escondidos en las espumas azules del cielo;
        hambrientas ¡Sí¡ del agua tibia del rocío
        y del aullido uniforme de las rosas
        deshojadas, cual fantasmas o danzarines 
        en los inermes suspiros de una fosas.

        Las huellas blancas de la nieve
        son el lecho de sus espadañas enmohecidas
        y con el paso de las telarañas solitarias
        que arañan las fisuras de los deshechos huesos.
        Pero el sueño eterno camina sin descanso
        hacia la cumbre flácida del cielo,
        sin desolación alguna en sus penumbras,
        ya que el grito del silencio quedó mudo.

        No existe ninguna sombría puerta
        que pueda abrir las esquilas de la noche;
        solamente inexistente, un olvidado día 
        desconocido que cabalga con reproches
        a la grupa de las sombras del olvido,
        partido por las murallas infranqueables
        del mármol y los ataúdes
        descoloridos por las ásperas carcomas.
 
                                              ¡Ay, soledad! ya no eres tu sola
        la que anda con la soledades.
        Solas navegan las olas del mar,
        el alcatraz y el navío sin bagaje,
        el viento y la luz solar o el aire
        Sólo va, sin rumbo el orbe terráqueo
        con su gran velocidad imparable.

        Solos van los pensamiento
        en la inmensa oscuridad
        y sigo sin encontrar o conocer
        de quien me pueda orientar,
        el aprisco del silencio,
        aunque fuese en la profundidad
        donde van los sufrimiento
        sin saber donde aparcar.

        Entre la brisa y el viento
        yo voy buscando un lugar.
        Tal vez que halla un evento
        que algún poeta inventará,
        como detener los tiempos
        y hasta pode separar
        las tinieblas de los cuerpos
        o la luz de la oscuridad.

        Hasta entonces mi velero
        navegará sin saber como llegar,
        con la mirada hasta el cielo
        y si lo llegase a encontrar.
        Por ventura algún lucero
        que me pudiese explicar
        como reemprender el vuelo
        sin alejarme del mar.

        Yo sé, que sería el primero
        que escucharía el despertar,
        del poeta y los troveros
       que vendrían de otro lugar
        el albañil y el minero,
        para sentir el cantar
        del Rojo el alpargatero
        con mineras o, a trovar.
                      *
       (El Rojo el alpargatero fue
                                            un personaje de los años,
                                             treinta que vivió en La Unión
                                             y aún existen algunos
                                             de sus descendientes.)
                                                          ***
 

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