Con los estampidos de los sueños de la mente
y las blancas alas de las hadas
sobre las crines de los caballos
alados
y el desfile de ángeles y querubines
arropados con la frente blanqueada.
Al otro lado de las estrellas,
seguiré navegando con los sueños
a la deriva como bolas de granizo
que golpean ignorantes el alcacer,
sin despertar las hojas del ciprés.
A lo lejos se siente trinar un ruiseñor,
deslizándose en las llanuras verdes
del tiempo
que se fue a bañarse con las olas de la Luna ,
en los lagos más largos y azules del
viento
y sobre las vertientes de unas lagunas
que abren las ventanas al pensamiento;
la que van dejando latir el corazón
que lentamente se deja apagar como una
luz
cansada de derramar su llama inerme.
se encuentra perdido en el plenilunio
de todas las congojas y aledaños
de la verdades mas cierta
que traspasarán las murallas de la mente.
Es cuando los sueños dejan de ser
fantasías,
para convertirse en un páginas del
tiempo,
en un ángel verde o azul del olimpo,
o tal vez en el fantasma que se
desvanece
más allá de las murallas de las
estrellas.
¿Qué, que ha quedado de mi?
Solamente el trino del ruiseñor
extendido en las hojas amarillentas
de unos cuadernos olvidados.
Hasta que un día alguien pregunta:
–¿De quien fue aquella somb
que dejó en el otrora liras
sepultadas?
Esto es lo que me recuerda que he de
formar
parte del mismo farallón que todos,
en los brazos de un viento enmohecido
y salpicado en un ayer, más que
olvidado.
*
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