jueves, 11 de junio de 2020

SUEÑOS PARA UN MAÑANA.

          
        
   Con los estampidos de los sueños de la mente
         y las blancas alas de las hadas
         sobre las crines de los caballos alados
         y el desfile de ángeles y querubines
         arropados con la frente blanqueada.

         Al otro lado de las estrellas,
         seguiré navegando con los sueños
         a la deriva como bolas de granizo
         que golpean ignorantes el alcacer,
         sin despertar las hojas del ciprés.

     A lo lejos se siente trinar un ruiseñor,
         deslizándose en las llanuras verdes del tiempo
         que se fue a bañarse con las olas de la Luna,
         en los lagos más largos y azules del viento
         y sobre las  vertientes de unas lagunas
         que abren las ventanas al pensamiento;
         la que van dejando  latir el corazón
         que lentamente se deja apagar como una luz
         cansada de derramar su llama inerme.
 
                           De aquél sueño inexistente,
         se encuentra perdido en el plenilunio
         de todas las congojas y aledaños
         de la verdades mas cierta
         que traspasarán las murallas de la mente.

         Es cuando los sueños dejan de ser fantasías,
         para convertirse en un páginas del tiempo,
         en un ángel verde o azul del olimpo,
         o tal vez en el fantasma que se desvanece
         más allá de las murallas de las estrellas.

         ¿Qué, que ha quedado de mi?
         Solamente el trino del ruiseñor
         extendido en las hojas amarillentas
         de unos cuadernos olvidados.
         Hasta que un día alguien pregunta:
         –¿De quien fue aquella somb
         que dejó en el otrora liras sepultadas?

         Esto es lo que me recuerda que he de formar
         parte del mismo farallón que todos,
         en los brazos de un viento enmohecido
         y salpicado en un ayer, más que olvidado. 
                               *

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