martes, 19 de mayo de 2020

NO QUIERO BEBER EL AMARGO VINO.

      

        Dejarme ocultar el rostro de mi pecho
        en los lodos de la noche eterna.
        Dejarme dormir en el yerto lecho
        aunque sean  las sombras de cavernas, 
       escondida más allá de los deshechos
       donde brillan los cerrojos de cadenas.
 
                                             Me niego a beber el amargo vino,
        porque es la imagen de un pecho muerto.
        Dejadme consumir las espinas de mi sino
        en la infranqueable frontera del aliento,
        donde suenan el timbres de un ayer, cautivo,
        bajo la bandera de un hoy que llora sin motivo.

        Cuando traspase las murallas de la muerte,
        dejadme poner unas siglas en la aurora,
        porque en ella brillará mi corazón y mente,
        fundidos con la maldición de aquella hora,
        que quise hacer, con los sueños algún puente,
                                              para llegar a morderle a Pandora.

        Si escucharan que alguna rosa llora
        en los páramos de la fantasía.
        Sería la señal, del día y la hora
        que mi sueño en la tumba yacería.
 
        Qué nadie me despierten a deshora,
        ya que las sombras volarán con las poesías.
        Si, con el viento mezclado en las cenizas;    
        y en los ojos de la noche, y ya sin prisas
        les diré, hasta pronto a ustedes con sonrisas.
                        *            

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