Un día estaba en el templo
haciendo alguna oración.
Por las acciones que yerro
y yo, le decía al Señor:
–¿Por
qué no matas mí perro
porque increpas al segundo yo?
Me pareció el escuchar:
–¿Y si
viene algún ladrón
con qué
te defenderás,
sí yo, mato a ese animal?
Debes de aceptar el consejo
de no mirar para atrás:
aquello, ya quedo lejos,
el mañana importa más:
–Señor,
no lo puedo dominar;
me sorprende a cada instante
y me hace quedar mal
delante, mis semejantes:
–Mejor
le pone un bozal
y no le des tiempo a que ladre.
Teniendo siempre presente
de llamarle por la buena.
Sí no llega a obedecerte
le tiras de la cadena
y le aprietas el bozal,
antes que aumente tus penas.
¡No mates a ese animal!
Sin él, serías un vegetal.
Tu nobleza está probada
igual que tu yo, animal.
Nunca le vuelvas la espalda
que te volverá a ladrar.
No te impacientes, ten calma
que tú lo conseguirás
sí quieres salvar tu alma.
y culpas al animal.
Porque me ves en la cruz,
¡crees que me vas a engañar!
Ya es hora que pongas luz
donde emana oscuridad.
que se nos suele escapar.
En algunos un gamberro,
en otros un criminal.
No debes
matar tu perro
es mejor el escuchar
de algún viejo, los consejos
y le podrás domesticar.
Señor, ya
no seré mas cobarde
si me quieres ayudar
y le dejaré que ladre
apretándole el bozal
y si algún día, aunque tarde
me llegara a traicionar,
me acordaré de su padre
aunque me haga llorar.
*
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