Ezequiel en el Monte Horeb
se encontró con Yahvé.
Y equiparándole a unos momentos
actúale.
*
Quise encontrar en el viento
y entre las olas del mar
a Dios con mi pensamiento
y tan solo pude hallar,
el tronar del elemento
y Dios no estaba detrás.
Y
entonces dije: ¡En el fuego
tal vez le pueda encontrar!
¡Qué amargor que sentí luego
por no saberle buscar!
Comprendí que estaba ciego;
¡ciego, sin saber mirar!
de transparente cristal
y siempre que alguien le llama,
se deja acariciar
como el jazmín o una dama,
sin buscar la vanidad.
Porque Dios, está en las flores,
en el rocío y el coral,
está en los corazones
fundido como el metal,
fomentando los valores
del hombre,
con el dulzor del panal.
Estará en las estrellas,
en los ojos de mujer
y entre las cosas más bellas;
también en el amanecer.
¡Yo fui contemplando a aquellas
y empecé a comprender!
Desde entonces yo, a los
vientos,
como vientos les miré,
¡Y a todos los elementos!
y jamás a Dios busqué,
porque Dios estaba dentro.
Dentro de mi propio ser.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario