viernes, 28 de febrero de 2020

EL POETA ES UN FINGIDOR.


No se haga de mis libros
si no piensa hablar con Dios.
Ese Dios que se hizo pobre                        
y con su sangre lavó
pecados de todo hombre.
Por qué queramos o no,
en todo ser está Dios.
 
Si miramos las estrellas,
en sus destellos estás Dios.
Si contemplamos los mares,
veremos su corazón.
Si respiramos el aire
de las flores, allí está Dios.
Si miramos con dulzura
el entorno que pisamos, 
no quedará una criatura
que en su pecho no esté Dios.

Si impregnamos la amargura
con una porción de miel,
oiremos, que dice Dios:
–Nunca te abandonaré,
por qué tú, eres una flor
que con mi sangre regué.

"Señor, hijo de David"
Yo sé que tú esperas algo;
algo concreto de mí,
y yo ciego, sin embargo,
no sé que quiere decir
con mi pluma, a grandes rasgos.

Tu voz percibo en las manos
y no sé como escribir
aquello que está anidado
en el interior de mí,
antes que fuera creado,
mí nada que, creo que fui.

Tu voz percibo sin tino
y mis ojos están cerrados.
¿Cuándo encontraré el camino
que me lleve hasta algún lado?
¿Será de flores y espinos,
zarzales o bellos prados?

¿Será de mares y estrellas
o de desvalidos hermanos
qué esperan que me decida
a que les extienda las manos?

Lo qué me hayas deparado
ponlo dentro de mi pluma,
que yo, con amor y agrado
lo extenderé a tus criaturas,
como flor de tu legado.

Si por ventura no llego
a lo que creo ir  buscando;
no importa. Porque en el Sol
sé que podré terminar
lo que empezó el hombre lego,
y que no ha sabido expresar.
                                         *
 

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