¡Oír mis gritos! Cuando
hablo bajo,
porque son suspiros del alma
que anidan en las almenas
de muchos gritos callados.
Escuchar mi voz de fuego
en el hielo de la noche,
que calla porque no puede
con la pluma, clavar nada
en el filo de los pechos,
donde duermen voces blancas
que ennegrecen las montañas
de los suspiros del alma.
Ay, si las flores pensaran
y ellas fuesen ostentosas;
sin duda que su vanidad,
salpicaría las murallas del
silencio
que se derramó del vientre
de una sombra sin nombre.
Entonces, el grito más
siniestro
lo escucharía el corazón
como la brisa de un viento
que algún día acarició
el fondo del pensamiento
que vivió de una ilusión,
antes de sentirse muerto.
Les reto a que me digan
cual fue mi mayor pecado,
a demás de haber nacido
en un mudo dislocado.
No fue por ser un mal
muchacho,
ni tan siquiera un libertino
y mucho menos un borracho
que andará por mal camino,
siempre fue algún error
al no dar lo merecido
de bondad y cierto amor
a todos los que aquerido.
Hoy bien sé que aquel
muchacho,
se fue en los
brazos de ella;
más haya donde el ocaso
pernotan varias estrellas.
ya que con su amor encontré
lo que siempre ande buscado;
al marchar en el mismo tren
con caricia de sus brazos.
*
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