Nadie, absolutamente
nadie,
sabe lo que acontece
en las agujas del reloj,
"o la distancia numérica
que nos separa del sol",
ni marcar el rumbo de
nuestra nave
hasta la Osa Mayor.
Almacenamos deseos.
Soñamos con lo imposible.
Masacrando la bondad,
la inocencia de los niños
y hacemos guerras sin
paz;
ya que nos falta cariño
para mirar las estrellas,
y las aguas claras y
cristalinas
que emanan de manantiales
que bañan cada mañana
las huellas de un nuevo
día
que nos reclama el cantar
de nubes de golondrinas
que cruzan el ancho mar.
Desérticas amazonas
y hasta el Ártico Polar.
Nos regalan con sus
formas
lágrimas por los que
lloran
sin esperanzas de andar
en esa alfombra de
sombras
que se suelen fabricar.
Para ver lo deplorable
que construyen un disfraz
con que nos cubrimos la
carne.
En cambio bien sé que
aquellos
son capaces de acariciar
vértices de un alma limpia
sin llegarle a despertar.
Espero que una mañana,
una noche o talvez un
amanecer,
el hombre no sueñe nada,
al no ser, hacer el bien
a los débiles elementos
de la indigente humanidad
que carecen de alimentos.
Me gustaría dibujar
un mundo donde los
hombres,
sólo sembrarán la paz.
Donde no existieran
pobres
y que todos fuesen igual;
viviendo en un mismo
orden
entre montañas de pan.
De pan y fuego candente,
capaz de poder quemar
con amor de Dios, a la
gente,
y sin tener que mirar los
colores
de las diferentes faz,
ya que el interior es
igual
de esa inmensidad que
ocupa
nuestro espacio terrenal.
El mismo aire que resbala
en nuestras caras.
El mismo color de sangre
que circula por nuestras
venas.
Las mismas ansias de
vivir,
La misma luna, el mismo
sol,
ni las estrellas se
pueden equiparar,
las que nos regalan cada día,
el portento y el amor que
heredamos
de los brazos del
Creador.
ya que no podremos
recoger,
lo que nunca hemos
sembrado,
de semillas para obtener
los suntuosos regalos
que nos legó el Gran
Poder.
*
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