Los arañazos del alma
despiertan en mi interior
la sonrisa de tu cara.
No sé si fuiste mujer
o la sombra de un fantasma,
o un ángel que sus caricias
se derraman como hojas
de nardos en mis entrañas.
Si no vienes ayudarme,
mi barca sé qué naufraga
en las turbulentas aguas
que bañan los arrecifes
donde se vara esta barca.
Le tengo miedo al salobre
que en forma de hiel endulzada,
llega hasta mis labios yertos
como un fuego que me abrasa
el pecho y el pensamiento.
Aún así lucho con hierros
que le arrebato al pasado
aunque se encuentran muy lejos,
mis ojos siguen clavados
en los recuerdos más bellos
que nadie pudo soñar....
Yo, bien sé que siguen vivas
en las cumbres de mis brazos,
como si fueran estatuas
que se mantienen dormidas;
muy lejos del cenotafio
que un día quiso borrar
lo que sellaron tus labios,
con aquel fuego sin nombre
que nadie pudo soñar.
Yo sé que el cielo, es consiente
de que
aún te necesito,
como el aire que respiro
con esa luz que me llega desde el cielo
y que se mezcla con la sangre de mis
venas.
Tú me perteneces, y no hay nada
que te pueda separa de mi interior,
ni de las pupilas de los ojos,
sumergidas en lo profundo del alma,
ni de lo más escondido de mi ser.
Tal aliento le da vida al corazón
que aún cansado, siente amor
del contacto de tus brazos
y de los besos que me diste
que aún los sigo conservando
como joya más preciosa o relicario,
que nadie podría
soñar
aunque viviera mil años...
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