miércoles, 9 de octubre de 2019

EL TEMOR A QUEDAR CIEGO.

 
                         No me dejes madre tierra
      sin la luz de la mañana
      ni las estrellas de la noche,
      que se dejan acariciar con la mirada
      de éste errante peregrino.

 No me dejes madre bella
      ser árbol en los caminos, caído
      y sediento de las caricias de tu amparo,
      ni ser alejado, cual golondrina sin nido.

                         Déjame que incline lentamente la mirada
      en el sendero turbulento de la noche
      y con el paso de las aguas de tu río,
      llegar al estío soberano de tus brazos.

      Déjame madrecita ser del viento
      una hoja extendida en las llanuras
      que galopa a la grupa de un lamento,
      entre rosas y las aves del silencio.

      El día que no haga falta
      para dormir un jergón,
      ni del cielo alguna llama
      del fuego que engendró Dios.
      Ese día no habrá nadie
      que sepa hablarnos de amor,
      y a los ojos de mi cara
      no le ara falta un favor,
      de la clara luz bañada
      con el resplandor del sol.
                                           *

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