Allá en
las vaguadas desoladas
se
bañan las entrañas del silencio
en las
sombras de una blanca soledad,
con el
agua que emana de las hieles
de la
negra y fría oscuridad.
Esa eterna noche que niega
claridad
a los
confines lucido y amargo,
de una
inmensa y amarga eternidad
en los
de desiertos más largos.
Y es donde no ansío despertar,
como
si lo interminable no tuviese fin.
Y allí,
siento que la lenta oscuridad
que pernocta
en mi pecho sin dormir.
Siento las angustias del camino,
como cualquier
alma errante
que se
negara a caminar.
Y
cuando las tinieblas galopantes
extienden sus alas negras hacia mí,
entonces en la yerta soledad
voy
buscándote, Dios mío, siempre a ti,
reclamando un sí, de tu mano amiga
o un
poco de agua por piedad,
o un
aliento de alguien que me diga
el
color de la dulzura con bondad,
aunque
fuese imaginario al escuchar:
–Descansa ya navegante,
y
déjame, descansar en paz...
No
quiero manchar los labios al negar,
porque
siempre me gustó la soledad
y fue
mi aliada al caminar.
Las
rosas que crecieron a mi lado,
siempre navegaron y seguirán con
migo,
con las sombra del espacio sideral
donde
anida la bella inmensidad
de los
más arcanos, ya olvidados.
Pero ahora, ay ahora,
yo
reclamo la amistad
o la
luz de la farola
que me
pueda iluminar,
Allá en las vaguadas de la muerte
donde
el silencio grita sin piedad.
Allá
donde no puede la mente
ocultarme la más triste realidad.
llegaré a los páramos cubiertos
de
flores y sonrientes en cantidad.
Navegaré con otros vientos
donde
es eterna la luz y no hay oscuridad.
Más
allá de las cumbres tenebrosas
donde
el sol, se niega a dar la luz.
Aún
más allá de mil años en las fosas
y en
los brazos que llegan del cielo azul.
Hasta allí llegará el latido de mi pecho
apagando del reloj, el sonido del tic, tac.
Como
una yedra enredada en el deshecho
y
enmohecida por el mugre del tic, tac.
Quisiera llevar una pluma en la mirada
y
papel en el momento del final.
¡No es
que me importe la vida, algo o nada.
Sólo
quiero que la luz de mi fanal
ilumine la montaña escalpada
y a la
muerte romperle su cristal,
y de
sus alas negras, desnudarla.
Y Cuando navegue en los farallones
del
silencio a toda vela.
Alcanzaré del cielo sin montura,
sin
atavío y sin espuelas,
las
cumbres de la dulzura
*
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