viernes, 10 de mayo de 2019

ALLA EN LAS VAGUADAS.


         Allá en las vaguadas desoladas
        se bañan las entrañas del silencio
         en las sombras de una blanca soledad,
         con el agua que emana de las hieles
         de la negra y fría  oscuridad.

        Esa  eterna noche que niega claridad
         a los confines lucido y amargo,
         de una inmensa y amarga eternidad
         en los de desiertos más largos.

        Y es donde no ansío despertar,
         como si lo interminable no tuviese fin.
         Y allí, siento que la lenta oscuridad
         que pernocta en mi pecho sin dormir.

    Siento las angustias del camino,
         como cualquier alma errante
         que se negara a caminar.
         Y cuando las tinieblas galopantes
         extienden sus alas negras hacia mí,
         entonces en la yerta soledad
         voy buscándote, Dios mío, siempre a ti,

    reclamando un sí, de tu mano amiga
         o un poco de agua por piedad,
         o un aliento de alguien que me diga
         el color de la dulzura con bondad,
         aunque fuese imaginario al escuchar:

        –Descansa ya navegante,
         y déjame, descansar en paz...

        No quiero manchar los labios al negar,
         porque siempre me gustó la soledad
         y fue mi aliada al caminar.
         Las rosas que crecieron a mi lado,
         siempre navegaron  y seguirán con migo,
         con las sombra del espacio sideral
         donde anida la bella inmensidad
         de los más arcanos, ya olvidados.

    Pero ahora, ay ahora,
         yo reclamo la amistad
         o la luz de la farola
         que me pueda iluminar,

         Allá en las vaguadas de la muerte
         donde el silencio grita sin piedad.
         Allá donde no puede la mente
         ocultarme la más triste realidad.

         llegaré a los páramos cubiertos
         de flores y sonrientes en cantidad.
         Navegaré con otros vientos
         donde es eterna la luz y no hay oscuridad.

        Más allá de las cumbres tenebrosas
         donde el sol, se niega a dar la luz.
         Aún más allá de mil años en las fosas
         y en los brazos que llegan del cielo azul.

        Hasta allí llegará el latido de mi pecho
         apagando del reloj, el sonido del tic, tac.
         Como una yedra enredada en el deshecho
         y enmohecida por el mugre del tic, tac.

    Quisiera llevar una pluma en la mirada
         y papel en el momento del final.
         ¡No es que me importe la vida, algo o nada.
         Sólo quiero que la luz de mi fanal
         ilumine la montaña escalpada
         y a la muerte  romperle su cristal,
         y de sus alas negras, desnudarla.

    Y Cuando navegue en los farallones
         del silencio a toda vela.
         Alcanzaré del cielo sin montura,
         sin atavío y sin espuelas,
         las cumbres de la dulzura
                     *

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