el
estampido de los sueños de la mente
y las blancas alas de las hadas,
sobre las crines de los caballos
alados
y el desfile de ángeles y
querubines
arropados con miles de fantasmas,
al otro lado de las estrellas.
Y el sueño que sigue cabalgando
a la deriva como bolas de
granizo
que golpean ignorantes el
alcacer,
sin abrirle las hojas de los
ciprés.
A lo
lejos se siente trinar un ruiseñor,
deslizándose en las llanuras
verdes del tiempo
y bañado por las olas de la
luna,
en los más largo y azul del viento,
donde las garras del pensamiento
van dejando estruendoso latidos
del corazón
que lentamente se dejan apagar
como una luz
cansada de alguna llama, inerme.
De aquél
sueño transparente
y perdido en el plenilunio
de todas las congojas y aledaños.
La verdad más cierta
traspasan las murallas de la muerte.
Es cuando los sueños dejan de ser fantasías,
para
convertirse en las páginas del tiempo,
o en un
ángel dormido en el Olimpo,el que como fantasma se desvanece
más allá de las estrellas, quedando de ti,
solamente el cantar del ruiseñor
extendido en las hojas amarillentas
de un cuaderno olvidado.
Hasta que un día alguien pregunta.
¿De quien fue
aquella sombra
que dejó
en el otrora liras sepultadas?
Esto me
recuerda que he de formar
parte
del mismo farallón
en los
brazos de un viento, azul enmohecido
que yace
más aya del estampido del tiempo
*
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