jueves, 1 de diciembre de 2016

¿SABES UNA COSA, SEÑO?



¿Sabes una cosa, Señor?
Hay momentos que las sombras
de la noche penetran en mi interior
                        y las espadas del Averno,
me rasgan el corazón;
con dudas de algún supuesto
de un inexistente valor.

Cuando recito un poema
en el que refrendo a Dios
creo que el alma me quema,
la sangre con la ilusión.
Por aquellos que se mofan
sin conocer tu candor.

Me gustaría gritar
sin el mínimo pudor
y que el gritos fuesen dagas
traspasando el corazón,
cuando te imploro que hagas
en los hombre luz  de un sol
que ilumine hasta sus almas
de luminarias de amor.

Con la más potente voz
y que yo grite por doquier,
para que no quede nadie
sin percibir el candor
del porque, te llamo Padre. 

Se que un día hallaré  la llave
de la puerta de tu amor
sin esconderme de nadie.
La que pondré sin estupor
y sin dejar de gritar ¡Padre!
Aunque soy un pecador
no les voy a permitir
que  a ti, te ofendiera nadie.

                       Y aún reitero que te amo.
Porque es cierto que el amor
lo percibo de tu mano
dentro de mi corazón
cual fuego de un gran calor.

Aún sin ver, yo tu presencia
grito, fuerte que te amo.
Y en cambio llevo violencia
al que miro qué es mi hermano.

No lo puedo remediar
que me rehúsen los "dioses
que propagan santidad.
Y aquellos que bien conoces
no te suelen saludar.

Qué lastima que me dan.
Creo que escuchan de sus voces
como  notas musicales
que a nadie puede agradar. 

"Me atrevería aconsejar"
que se miren en su espejo,
si quieren ver en el cristal
el deplorable reflejo
que ven sólo en los demás.

Parecen los inventores
del buen hacer y bondad,
y en cambio son destructores
del amor y la caridad.

Si yo soy uno de ellos
que el cielo tenga piedad,
ya que estropeo los más bellos
y destruyo la amistad.
              *

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