No temo
a la soledad
y sí que
a mi pensamiento;
la
soledad es pasiva
pero sé
que hay en el otro.
montañas
de vanidad.
No temo
a la soledad
porque
siempre fue mi amiga,
la que
me hace recodar
que sólo
llegué a la vida
y sólo
me he de marchar.
La
soledad fue el escudo
que me
dio paz y libertad.
Y el
pensamiento fue el mudo
que me negó
la bondad
necesaria
en este mundo.
El me
arrojó en derroteros
de
putrefactas basuras,
donde el
dulzor era cero,
con
nauseas de sepulturas
y
nauseabundos femateros.
Prefiero
las soledades
que me
da vellos recuerdos
y no
dulces terminables
que se
interpone a lo cuerdo
con promesas
abominables.
*
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