Siento
el llanto de las flores en primavera,
regadas con lágrimas del rocío
y los cáliz de amapolas y azucenas.
Siento alarido en el rojo amanecer,
galopando en el ocaso de la noche
y se enreda en las hojas del laurel,
cuando el alma soñadora del poeta
se desliza entre la sombras del
papel.
Son recuerdos de una noche mágica,
¡Aquélla! Que ilumina la pradera
que entrelaza sus manos entre
hiedras.
Son embrujo de unas miradas
parlantes
de cuatro ojos tatuados como piedras
en las almohadas de una verde,
hierva.
Allí quedaría fundido de los dos
el espejo de tu alma y la mía por
amor,
y arropados con los dientes del silencio
igual que las ramas esbeltas de una
flor;
bajo el embrujo de dos mirada
dialogaste
entrelazando nuestras manos como
grama
y desnudando el pentagrama de la luz
del sol.
Si pudiera trasladar el ayer a este hoy
y volver a sentir de nuevo tu
mirada,
y el olor de las flores con tus
besos
y el calor de tu piel de terciopelo
extendida en las fauces de mis
brazos.
Son recuerdos atropellados de la
mente,
enlazados con estrofas de poesías
que durará su caudal eternamente;
como aquellas palabras que decías
aún después de traspasar tu alma,
las murallas de la muerte.
Aún
pienso que las flores, lloran.
Quizá que lloren por que
ya no es verde la primavera
y la luna no se ve,
ni tus manos en mí cintura,
ni tus besos en mí tez.
¿Llorarán por ti?
¿Lo sabré alguna
vez?
Pienso en el llanto de las flores
y creo que no volveré a querer.
Siento
arde el fuego de la sangre
dentro de mi corazón
y cuando te acaricia el aire
se me parte el pecho en dos.
Siento celos hasta del viento,
de la luna y el propio sol.
Por que se que te acarician
como el rocío a una la flor.
*
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