miércoles, 6 de noviembre de 2013

UNA NOCHE YO SOÑÉ.



                                            Una noche yo soñé
                                            que hablé con Miguel Hernández.
                                            Como un niño me asusté
                                            al ver que quería arañarme.
                                            Me preguntó muy amable,
                                            por algo que aún no sé.
 
–¿Por qué pintas sombras negras
en blanqueado papel?
No ves que son como piedras
con fauces para morder,
como si ellas fuesen fieras
que hieren a quien te lee.

Si miedo sentí en mi sueño,
su pregunta aún fue peor
al sentirme tan pequeño,
me retorcí de dolor
que hasta se me cambió el ceño
y le repliqué con furor.

–Escribo porque me gusta
y porque es mi obligación,
derramar toda pregunta
que duerme en mi corazón.
Y que en lúcidas catacumbas
"algún dios las sepultó".

–No culpes a quien no existe
de tu mala formación.
Yo como tú, fui pastor
que sufrió cual tú sufriste,
pero imperó mi ilusión,
aunque mi final fue triste.
 
–No sabes como lo siento
lo que un día hicieron contigo,
aquellos que en  un momento
y con rencor de enemigo
sepultaron tu talento:
yo desde aquí los maldigo.

Es cierto que fui un labriego,
pero también es verdad
que dentro del hombre lego
puede existir ansiedad
de propagar como un fuego
ese don que Dios nos dá,


a manera de un juguete,
para que pueda llevar
al lector que hay en la gente
aguas de algún caudal
que a ese dicho contingente   
les deleite el paladar.

–Me consta, que eso es cierto,
por que derrochas amor
con tu obtuso pensamiento.
Pero le falta candor
al interior del contesto
que tú prende sin calor.

–Yo sueño que alguna estrella
venga  un día a darme luz
que pueda encender con ella
lo mismo que hiciste tú,
alguna poesía bella
aunque sea en mi senectud.

–Lo tuyo, es  enfermedad
o más bien  una osadía 
que me atrevo asegurar
que en ti, anida la envidia,
como a tantos al pensar
que crear es fácil lidia.

–No sea cruel conmigo
compañero de fatigas,
ya que siempre fui tu amigo
e imploré al más arriba
que condene al enemigo
que te arrebató la vida.

Aquellas vestías salvajes,
masacraron a  su hermano
con los mayores ultrajes;
que tan sólo los humanos
de realizar son capaces,
bañando en sangre sus manos.

–Rogelio, me ha convencido
tu forma de razonar
y me siento arrepentido
de haberte juzgado mal.
Ahora sé que tu sentido
es de un poeta total.

Me desperté acongojado
de aquel sueño con Miguel:
con el pecho traspasado
y de dolor me arañé
el  cuerpo de lado a lado,
por lo que hicieron con él.

Pero la idea que tenía
de mis poemas Miguel,
me sumergía en la agonía
que jamás tuviera un ser.
Porque hundió mi fantasía
en cloacas de la hiel.

Perdí la fe y la esperanza
cual si fuera maldición
y miré a lontananza
donde buscaba un rincón.
Por sí Pandora  en su danza
de mi pluma hizo un bufón.

Sí lo hizo, la maldigo,
porque ella me convirtió
con su hazaña  en mendigo
y a mi Aedo confundió,
cual si fuese un enemigo
de mi pluma y de mi Dios.

Si algún día por ventura
encontrará el candor
que me negó en desmesura
Pandora de resplandor
y a mi pluma de dulzura.
Juro que a dicha criatura,
le muerdo en el corazón.
                 *

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