martes, 29 de octubre de 2013

QUÉ RECUERDOS MAS AMARGOS.



Qué recuerdos más amargos de dulzura,        
     arriban al puerto de mi llanto.
Qué silencio en la yerta sepultura
entre zarza y el ciprés del camposanto.

Hoy es igual que ayer y que el mañana,
    pero el Sol, no luce como antes,
    porque el sueño de la sombra va en el viento
    como antorcha de un fuego que no arde.

Siento ansias de verte cada día,
en la tarde, la noche y la mañana
y las ceniza de mi alma está esparcida
o retorcidas  en el dintel de una ventana.

Siento miedo de ese gritos que no calla
    y me aferro a los brazos de la vida;
porque temo que mi alma un día se valla
a una cumbre con entrada y sin salida

y no sé, si dejarle que ella valla
al calor del aliento que respiro,
o cortarme la lengua sino calla
y lanzarla con mi onda como un tiro,

más allá de los negros muladares,
envuelta en las sombras del olvido
o enterrarla en el fondo de los mares
o en el vientre, de un sueños mal parido.

Los recuerdos pertenecen al pasado,
pero arañan sus abrojos encendidos
y traspasan las murallas de lo amado,
con los garfios de su brazos escondido.

De ahí
que no quiero hablar del ayer
porque hiere mi sonrisa,
ni quiero pensar en mañana,
porque viene muy de prisa.
                  * 

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