Aún no sé si fue durmiendo
o porque, ya no existía.
Lo cierto es que fui leyendo
a un espectro la poesía.
Aquel ser abominable
con sarcasmos se burlaba
de mi poesía más notable,
al tiempo que vomitaba
ramilletes de adjetivos
que me lanzaba a la cara.
Quise saber los motivos
del porque así me trataba.
Me miró con gran desprecio
y aun mayor fue su amenaza.
Me dijo que yo era un necio
y bruma de lontananza
y que jamás supe pintar
con la pluma nada bueno.
Sentí ganas de llorar
cuando vi tanto veneno
que sobre mí derramaba
el dicho aberrante y espectro,
que tan cruel me maltrataba
con su corrupto siniestro.
Me arrodillé ante sus pies
implorando comprensión,
y me dio un puntapié
cual si yo fuese un bufón,
y entonces le pregunté:
-Por qué de
aquella desidia
que arrojaba
ante mi tez?
Llegue a
pensar si era envidia.
Lo cierto fue que el sonrojo
me sumió en la amargura.
Tal vez fuese tal enojo
que no me sentí criatura.
De pronto, reaccioné
y le dije aquel infecto.
Yo sé que sólo Yahvé,
puede anotar mi defecto.
Déjame
sembrar amor
aunque sea con fantasía,
ya que el amor es de un color
semejante a la poesía:
–Para ti,
esa
fuente no se ha hecho,
ni
jamás podrás beber
esos
destellos de un pecho,
porque
nunca fuiste ser,
que el cielo le regalara
lo más mínimo de miel.
Por lo cual siempre tu cara
será amarga como hiel:
–Deja
que abra una puerta,
para que pueda intentar
semejarme algún poeta
cualquier día, en algún lugar.
No importa que sea en la tierra
o después en el más allá
de la existencia más perra
que ignominias pudo hayar.
Soy sueño que no ha existido,
ni jamás tuvo ocasión
de poder ver convertido
en realidad su ilusión.
Olvídame
espectro inerme
y déjame despertar,
ya que tú produce peste,
cual si fueses un muladar
¡Si son malos mis poemas
no te debes preocupar!,
ni hurgar en sombras de temas
que no sabes valorar.
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