viernes, 22 de febrero de 2013

LA LLAMADA DE LA MUERTE.


 

sentí golpes en la puerta
sin ver nada en el cristal.
Me llamaba muy contenta
y no le dejé, ni pasar.
La sombra rubia escarlata,
era luz en la oscuridad.

Esgrimía como un espada
las plumas de un gavilán.
No corría, ni volaba
golpeaba en el cristal.
Tenía escondida la cara
y en las manos un disfraz.   

Me llamaba, me llamaba,
no le quise ni escuchar.
Mi alma se encabritaba
y le habló de igual a igual.
Por eso supe que estaba
esperando en el portal.

Radiante como una novia
de mi alma enamorada.
Estuve hablando con ella
en el quicio del portal.
Cuando volví la cabeza
no me podía despertar.

Me llevaban entre cuatro
un cura y un sacristán.
Y grité a los cuatro vientos
entre los cielos y la mar,
al ver que mi cuerpo yerto
no podía despertar.

Mientras mi alma volaba,
mi yo, quedó en el yazca.
Fue cuando vi en la puerta
a través de su fanal
que la muerte, era coqueta
y dulce como un panal.

Desperté hablando con ella
no recuerdo en que lugar:
entre billones de estrellas
con luz sin oscuridad.
 
              Cuando sonaba el reloj
             me tenía que levantar
            y entonces vi que soñaba
            sin estar en el más allá.
                  *

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