A alguien
que me sofocó.
*
Es
cierto que fui pastor
de lo cual no me
arrepiento;
ya que son hombres
de honor
aunque algunas
veces pienso
que mi vida fue un
error
que los sabios me
impusieron
cuando aún no era
del viento,
ni un ápice de su
ardor
con el frágil
pensamiento.
No guardo ningún rencor
a quien destruye mis
sueños.
Pero en cambio si
hay dolor
cuando los sabios
me miran,
como si fuese un
diseño
de alguna sombra
de un cuento,
o de un fuego sin
calor
que entre las
huellas del tiempo
se mofan de mi
valor.
¡No existen
hombres pequeños!
sino ojos sin
pudor
que van condenado
sueños
como si ellos fuesen
“dios”.
¿Y sabe usted a quien más le
temo?
“A los
dioses intelectuales”
a Esos que derraman
veneno
por sus fauces a
raudales:
y es algo que no
comprendo
que sea en las
universidades
donde de adquiera
ese yermo,
para ser cual
animales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario