Cada verso que salpica de mi pluma.
Cada estrofa que se deja acariciar
y cada esfinge que se adorna en la lira
e imagino que es la luz de un
despertar.
Voy andando y leyendo lentamente
y consumiendo las horas sin pensar.
Y hasta creo que te veo sonriente
cuando escuchas deleitoso tu cantar.
Es la noche, la aliada y compañera
y de su fuente caudalosa voy bebiendo,
realidades convertidas en quimeras
y mis labios para ti, las van leyendo.
Cuando escucho los suspiros de tu pecho,
los enredo como hilos en una estrofas.
Creo que se adentran tus auras en mi
lecho
cual el rocío, en el cáliz de las rosas.
Aún
no sé, si es locura lo que siento
al hablarte vida mía, en la escritura.
Estoy seguro de que tú, aún no has
muerto
y vivirás, más allá en mi sepultura.
Cada verso que en la pluma va naciendo,
o cada estrofa que se adorna al
cabalgar,
la sonrisa de este alma va partiendo
cual el
dulce de tus auras al respirar.
Ya
no sé, que plasmar del pensamiento,
si los mares, el cielo o la ambrosía;
o hacer una bandera con el viento
y bordarla con la luz de tu alegría.
Cuando vengan las sombras nuevamente,
a azotar con silencio la amargura.
Pintaré, con poemas un bello puente
que termine donde empieza tu
hermosura.
Las nubes blanqueadas de mi frente
se deshacen con furor y desmesura.
Son las aguas cristalinas de la fuente
que a nuestro amor lo convierte en
locura.
Te entregué el corazón, cuando era niño
y del estruendo de tu amor siento la
huella.
Aún conservo inmaculado tu cariño
como el brillo luminoso de una
estrella
Me enamoré del destello de tus ojos
y de los dientes esmaltados de marfil.
Aún percibo en los mío, tus labios
rojos,
los que siento que me ayudan a escribir.
Sin duda, que así será mientras quede
una fibra del reflejo de mis huesos,
o la sombra encallecida de la mente,
más allá del confín del universo.
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