Quise enrolarme en el viento
para rescatar tu imagen
de
las garras de los tiempos.
Y cuando encontré el cristal
de aquel marco sin espejo,
sentí ganas de llorar.
Porque
tu cara era otra
tatuada en las fronteras
del espacio intemporal.
Y te llegué ha preguntar:
¿Por los recuerdos de un rostro
que me dio felicidad
lúcida ante el espejo
de aquel marco sin cristal?
Eran como rosas blancas
con aroma de azahar.
Eran como una paloma
secuestrada por el mar.
Y ahora no encuentro el nombre
para poderla llamar
y ya no queda de ella
ninguna forma real.
Me está engañando el espejo
con su cóncavo cristal.
Y de aquella noche fría
sólo me queda una luz
sumergida en la poesía,
que apenas si el cielo azul
me dota de fantasía,
para que arrastre una cruz.
Círculos, rayos y cruces
que en la noche se deshacen
con garras de falsa luces.
Y no comprendí que hacías
en ese extraño lugar,
cuando sentí que mi nombre
alguien empezó a gritar
y sin labios respondía.
¿Qué estoy haciendo Dios mío,
es qué el tiempo vuelve a tras?
Fui mayor y ya soy crío
y hasta deseo jugar.
Encontré muchos mayores
que también volvían atrás
y revivían con las flores
que muy secas estaban ya.
Y de pronto fue el reloj
quién me obligó a despertar,
de aquel sueño de amargura
que no llegué ni a soñar.
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