Bien sé
que Él es mi padre.
Todo, lo que soy lo debo a Él.
No existe nada ni nadie
que me pueda hacer volver
a lo que fui de cobarde,
cuando no le quise ver.
Aquel día
que lo negué,
fue la mayor cobardía
que un ser pueda cometer.
Perdonó tal felonía
y aún no
puedo comprender
el amor que Él, me tenía.
Quisiera
volver a nacer
para hacer mi vida un sueño,
del que nunca desperté,
aunque me sienta pequeño
que a nadie pueda ofender,
y mucho menos
a Él.
Por lo
que intento hacer
de mi ser un hombre nuevo
que jamás pueda ofender
a Dios que bien sé que llevo,
fundido dentro la piel,
cómo el metal ¡Compañero!.
Sólo le
pido riquezas
de las palabras y de amor.
Y cuando siento tristeza;
le digo –¡Gracias, Señor!
Por acordarte de mí
y aceptarme esta oración,
la que
nunca he de omitir
en ara de las criaturas,
que a pesar del gran sufrir,
siempre te dirán ¡Te quiero!
Con lo cual soy muy feliz.
¡Tú sabes que soy sincero!
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