martes, 11 de octubre de 2011

LA PUNZADAS NEGRAS DE LAS LENGUAS...

Me han pisado en el camino
y mis labios no responden,
y siguen pisando las cenizas
como a un sendero de hormigas
y los labios no replican.

Me pisan en los pasillos
negros de los hospitales
y en puerta de los consultorios
como a esputos nauseabundos
y hasta después me maldicen
las lenguas agudas como espadas,
los que nunca se levantan,
ni siquiera de mi pecho una mirada,
para ver la sombra ebria
del que me hiere y me ultraja.
Mi alma no tiene nombre,
un nombre que avale tal silencio
por encima de las lágrimas
sangrantes de los ojos.

¡Doctores sois de las lenguas!
pero con supremacía y desprecio,
como si el papel que extendió
los brazos de mi alma y corazón,
fuera de una galaxia, perdida
en el cosmos del delirio,
y sus estrofas estuviesen apoyadas
en los riscos de cal, y yeso
sin las sombras de una nada.
Espero que cuando se despierte
el sordo mudo de mis cenizas,
alguien puede que llegue ha exclamar,
ah, es la ciencia del arte comprimida.
Eso será cuando el testigo del tiempo
acaricie la sombra de mi mente,
ya suspendidas en las mentiras
de doctores impertinentes.

Cuando el viento en las hojas amarillas
traspase y penetre en las murallas
de la noche eterna con la muerte.
Y las hojas secas vuelen con el aire
del arrayán, blanco del silencio.
Entonces el marco del espejo sin cristal,
dejará pasar la sombra desvalida
que se extiende como el concéntrico
de una piedra deslizada en el mar.
En ese momento danzaré en las estrellas
y en los páramos del Cielo azul,
donde se bordarán mis sueños en aquellas
y las lenguas seguirán, putrefactas en mi cruz.

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