Solamente voy a pedir
para estas Navidades
que todo sea un sin fin,
donde las humanidades
como yo puedan decir...
Quisiera ser como un niño
y pintar jarales verdes
adornados de cariño,
donde las mentiras muerden.
Con las cometas en vuelo
e imitaría al alcatraz
y trenzaría en el cielo
de guirnaldas un cantar.
Con las cosas de la vida
que no se pueden fundir,
a esas qué dejan heredas,
les bordearía un sonreír.
Quiero jugar y volar
junto a las brisas marinas.
Quiero cantar y llegar
donde van las golondrinas
y hacer un puente que llegue
más allá de lo imposible,
donde sea verde la nieve
y hasta el Febo sea accesible.
Pondría sobre la tierra
una alfombra de cristal
donde no pisara guerra:
sólo el dulzor del panal.
Bordaría con zafiros
las sombras de la maldad
y sustituiría los tiros
por canastas de bondad.
Pondría en el pensamiento
del hombre la santidad
y con espadas de viento
rompería su vanidad.
Pintaría de dulzuras
todo lo agreste y enjambre,
donde yacen las criaturas
muertas de frío y de hambre.
Pondría sobre la esfera
una muralla de amor,
con una sola bandera
que llegara su candor
hasta las más viles fieras.
Y cuando hubiese inventado
la concordia sin cegueras,
quisiera estar enamorado
de todas las cosas bellas,
de la flores y de los prados,
de los luceros las estrellas
y de los mares dorados.
Y jugando llegaría
a construir un castillo
donde de noche y el día,
el hombre fuese un chiquillo.
No existirían noches frías,
sólo montañas de amor,
donde ya las felonías
no cupiera su calor.
Y Dios, jugando, jugando
saltaría de flor en flor
y yo me iría volando
a jugar sin estupor,
con las flores y su encanto,
el viento y la luz del día
y derramaría el llanto
con lágrimas de alegría.
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