miércoles, 17 de noviembre de 2010

DEJADME GRITAR UN POCO...

Es una mención especial
Por las víctimas de las drogas.

Dejadme gritar un poco
para desahogar el pecho.
Dejar que salga esa fiera
que le muerde a este loco,
que me retuerce hasta el alma
con cuchillos venenosos
del opio en forma de espada.

Dejadme respirar el fuego
que viene de las cucharas
con dagas de jeringuillas
que hasta el alma me traspasa,
cuando veo en las esquinas
las recelosas miradas
del que venden cocaína.

Siento dolor en las uñas
de los pies hasta los labios
y hasta en la punta de los cabellos
como si un rayo partiera
mi alma en dos mitad.
Dejadme gritar con fuerza
y llorar, por caridad,

a aquellas sombras vivientes,
de hijos encadenados
a las mazmorras de la muerte
y de padres traspasados
por el frío, y lapidados
por las garras de los dientes
en sus noches desolados,

donde madre se retuercen
al ver a sus hijos entre sábanas
de periódicos apestadas
y convertidos en muladares
de sierpes agonizantes
y con los ojos sin brillo,
sin sangre en el corazón.

Ciegos sin lazarillo.
Prisioneros maldecidos
porque no queda una sombra
para guareces los ojos
deshechos por los martillos
del hombre que los devora,
a los hombres ¡No, a chiquillos!

De los florales de las calles
ya no se siente el estío.
Pero sí, a los criminales.
No debieron de haber nacido,
ya que el veneno que respiran
en oro lo han convertido
y en pulseras de brillantes.

Un día, una mañana o cualquier noche,
los ojos de las tumbas
taladrarán sus vientres y sus almas
impías. Y las espadas del silencio
arderán en sus gargantas;
cual muladares podridos
le arrojaran en la cara.
Los ladridos de los perros
a esas bestias que matan
a los hijos de la noche
que fueron la flor y nata
de hogares ya destruidos.

Dejadme que gritar un poco
a ver si con mi alarido
se pudieran despertar,
mujeres y hombres heridos
a manos del criminal.
Animales mal paridos
en los esputos de las drogas
que venden, los mal nacidos.
*

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