martes, 16 de noviembre de 2010

SI EL POETA NO PINTARA.

Si él poeta no pintara
las alfombras del amor,
no habrían enamorados de la luna,
ni existiría las alondras de los labios
desplegadas en los brazos de la noche.

Si él, no pintara el alma de las rosas,
ni fundiera en su pecho
los rayos de las estrellas.
El amor sólo sería una promesa
compartida con secreto de las sombras
y sin sabor del manantial de los labios.

Para el poeta, el amor
no sólo es una caricia derramada
en las cubres de su pecho.
El amor, para él son las estrellas
desplegadas en la noche;
el volar de gaviotas en el mar,
los suspiros de las rosas y amapolas
abatidas por la brisa de un cantar,
y también las lágrimas del rocío
deslizadas en corolas de azahar.

¡El amor! son tantas cosas
que se tienen y no se dan;
como pueden ser la alfombra,
de sonrisa empapada de caricias,
o la luz del alma en la oscuridad,
con la mirada en silencio.

Mensajeras de palabras sin hablar
o galeones cargados de esperanzas
y trasladados sin requiebros
a los mares turbulentos de la noche,
sin la distancias compartida de otros ojos...
que se puedan enredar en dichas almas.

El poeta se embriaga con carmines de las rosas,
del mirto, el lirio o el clavel,
del arrayán, los lucero y la aurora
y a veces se deja convencer,
de campiñas cubiertas de mimosas
que dan vida a otro nuevo amanecer,
donde canta el ruiseñor con mariposas
en los mares de trigales y alcacer.

Aunque el poeta, también llora.
Su llanto son regalos al componer,
manantial de sangre roja
y surtidores de amor sobre el papel.
Pone de su mundo subterráneo
el anhelo y la dulzura de la miel,
extendida como alma solitaria,
sumergida en las montañas del placer. .

Cuando el poeta se esconde en las cavernas
del amor hambriento y de la sed;
se retuerce en las cloacas del silencio
las que taladran la sombra de su ser,
con la daga de abrojos en soledad
y se duerme en los pechos del deseo
sin escudo que le pueda proteger.

Pero lleva la bandera del amor
enarbolada más allá de las estrellas,
donde deja tatuado su dolor
como flores de ambrosía a doncellas,
con la luz que le dá el astro Sol.

El poeta ya cansado va a volar
con su deidad más allá del firmamento
y en su aprisco, él quiere descansar
en los brazos cautivos del silencio.

Más allá donde mora el ultramar
y apoyado en las murallas del amor.
Él se deja por los vientos arrastrar,
como sombra que duerme en la distancia
y navega sin rumbo a algún lugar
donde el amor se enreda con el alma.

Y no hay nada que le pueda despertar
del amor que ha sido su bandera;
solamente el suspiro de las flores
y el cantar del ruiseñor, le hacen llorar,
cuando siente la voz de su Dolores...

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