lunes, 21 de junio de 2010

¿HABLAR Y SOÑAR, ES LOCURA?

¿Hablar y soñar, es locura?
¿quién lo podría decir?
¿los que están en las alturas?
Es lo mismo que escribir
o llevar a la sepultura
flores vivas a morir.

¿Hablar con sombras o el viento.
Hablar a bestias o rosas
desojando pensamientos?
¿Quién no habló alguna cosa
o él, mismo se contó un cuento?

Lo hará mirando hacia atrás
por si alguien le escuchara;
pasando a disimular,
tarareando un cantar
con rojos color en su cara
y vergüenza por hablar.

¿Puede ser que sea locura
el hablar en soledad?
Pues yo soy una criatura
con toda la honestidad
que bendigo con dulzura
la gracia que Dios me dá.

Yo las traslado al papel
en cartas a las estrellas.
Puede que un día tal vez
llegue a cabalgar en ellas.

¿Que estoy loco? ¡Puede ser!
Esa locuras son bellas
Cualquiera habla con hombres
con una pluma y papel.

¡Pero hablar con una rosa,
con el viento o el clavel!
A ellas les cuento mis cosas
y me saben comprender.

Voy escuchando a la alondra
y me contento volando.
Hablo con el mar bramando
y las olas al galopar
y a la luna voy cantando
lo que le digo al coral.

En el espejo del cielo
donde el sol está peinando
a una estrella, su pelo
y ella le va regalando
una copla y un sombrero,
mientras él, le va contando:

–Érase alguna vez
un hombre que estaba solo.
El sólo solía hacer
un monologo de todo
y siempre ponía a sus pies,
las magnolias a su modo.

Hablaba con los espejos,
con las sombras y el coral.
Hablaba en lo más lejos
de la flor del azahar.
Murmurando se hizo viejo
sin parar nunca de hablar.

Le preguntaba a una rosa
si le quería acompañar
a la montaña rocosa,
donde quería buscar
de oro la flor hermosa
que nació en aquel lugar.

Fue hablando con los vientos
y buscó donde callar
los gritos y los lamentos
que escuchó del más allá,
¿fruto de su pensamientos,
o quizá fuera real?.

En medio de su aventura
preguntó a una caracola
si lo suyo era locura
y le contesto una ola.
–¿Por qué te apuras criatura?
Yo lloro cuando tú lloras

hablando iba contando
toda la arena del mar,
en ellas iba sumando
las estrellas y el coral
y al mismo tiempo pintando
las nubes de un temporal.

Hablaba en las catacumbas,
contaba las cataratas,
de una en una las tumbas.
Conversaba con las matas
y el viento cuando más zumba,
y en su lecho fue una estatua.

Dijo al sol, y a las estrellas
cuando terminó de hablar.
Cortó las flores más bellas
también las algas del mar,
cuando terminó con ellas.

Lloró al dejar sin contar
ojos que miran aquellas
de todo bicho mortal.
Y pensó, en sellar su boca
contando peces del mar
y se acordó de las rocas,

piedras de rico metal.
Contó las aves y las focas
y se dejo sin sumar
los reptiles y las moscas
y entonces, llegó a escuchar.

Escuchó que le llamaban
un chirríe en alta mar,
en sus pequeñas voladas
percibía aquél llorar.

–¿Por qué a mí, no me contaba,
siendo un avecilla más?
Una que representaba
la suma de las demás.

Con ellos, siguió hablando
y a quien le quiso escuchar.
La luz que le iba guiando
en su locura al llegar
y a encontrar ¿Qué iba buscando?
¡Buscando! No buscó nada.
sólo quería jugar.
Juega riendo y llorando
como tú puedes jugar.
Sus juegos, los hace hablando
igual que lo hace al callar.

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