jueves, 11 de junio de 2009

LLAMANDO AL MÁS ALLÁ

Dios mío, sigo sin comprender,
¡no entiendo nada!
Que un niño para comer,
tenga que competir con los cerdos
de ignominias en muladares;
buscando en los estercoleros
en basuras putrefactas.

Qué pena tiene que ser
para Tu pecho, Dios mío,
ver los niños perecer
muertos de hambre y de frío.
¿Por qué el hombre del poder
anda en contiendas perdido?

Tengo hambre, Señor.
Hambre de enamorarme
y de compartir el dolor.
Hambre de saber yo darme
a los demás con amor,
sin tener que preocuparme
donde se seca mi flor.

Cuando el hombre tenga sed
de compartir la dulzura,
la riqueza y el poder,
el dolor y la amargura.
Entonces el hombre será
coronado en las alturas.

No crecerán más basuras,
ni niños en los muladares.
No harán falta sepulturas,
ni de rodillas andar
mendigando las criaturas
duros mendrugos de pan.

Sobrarán los muladares
y las hambrientas sepulturas.
Todos seremos iguales,
lo mismo que en las alturas,
donde correrán zagales
haciendo sus travesuras.

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