Cómo te envidio, hermano.
Para ti, no hay frontera,
ni nadie que con su mano
detenerte a ti, pudiera.
Vuelas en páramos verdes,
en montañas y praderas
y tu figura se pierde
sin que nadie, a ti te viera.
La noche no te detiene,
ni los mares, ni el desierto.
Entras donde te conviene
sin pudor en el pensamiento.
Te hablas de tú, con las hadas
y las flores diferentes.
Para ti, no existen nada,
para acaricias a las gentes.
Vas deshojando amapolas
a la dalia y el clavel;
pero siempre vas a solas
sin saber lo que es la miel.
Te envidio porque tú tienes
lo que yo, no he de tener,
libertad en tus manos y sienes
y nadie te puede ver.
Andas en la soledad,
hermana de mi quimera.
Yo no entiendo tu verdad
ni comprendo tu ceguera.
Eres libre entre las flores,
en las nubes y en la mar.
En el iris y sus colores
eres su amante, al bramar.
Tu juegas con los navíos
y con las olas del mar.
Mientras yo, ando perdió
sin tener donde llorar.
No existe calor, ni frío
que a ti, te pueda asustar
y yo que soy igual un crío
contigo quiero jugar.
Ya sé, que es un desafío
contigo querer hablar.
Yo te doy lo que es mío
cuando me dejes volar.
Te entrego hasta los ojos
mi llanto y la soledad.
Te doy de mí, los abrojos,
por tener tu libertad.
El alma no te la entrego,
ni tampoco el corazón.
porque a Dios, yo se la debo
como ser de su creación.
Y en florales se la llevo
entre llanto y la oración.
Te dejo tu libertad
para que puedas volar,
en lo cercano y lo lejos.
Para mí, tu vanidad
solamente son reflejos
de un sueño, sin despertar
*
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