miércoles, 20 de febrero de 2019

SUSPIROS Y AÑORANZAS.


No busquen en mi interior
la espinas de salobre;
si no piensa hablar con Dios.
Ese Dios que se hizo pobre                        
y con su sangre lavó;
pecados de todo hombre.
Por qué queramos o no,
en todo ellos está Dios.

Si miramos las estrellas,
en sus destellos estás Dios.
Si contemplamos los mares,
veremos su corazón.
Si respiramos el aire
de las flores, allí está Dios.
Si miramos con dulzura
el entorno que pisamos, 
no quedará una criatura
que en su pecho, no esté Dios.

Si impregnamos la amargura
con una porción de miel,
oiremos, que dice Dios:
–Nunca te abandonaré,
porque tú eres una flor
que con mi sangre regué.

"Señor, hijo de David"
Yo sé que tú esperas algo:
algo concreto de mí,
y yo ciego, sin embargo,
no sé que quiere decir
a mi pluma, a grandes rasgos.

Tu voz percibo en mis manos
y no sé como escribir
aquello que está anidado
en el interior de mí,
antes que fuera creado
la nada que, creo que fui.

Tu voz percibo sin tino
y Tego los ojos cerrados.
¿Cuándo encontraré el camino
que me lleve hasta algún lado?
¿Será de flores o espinos,
zarzales o bellos prados?
¿Será de mares o estrellas
o de desvalidos hermanos
qué esperan que me decida
a que les extienda mis manos?

Lo qué me hayas deparado
ponlo dentro de mi pluma,
que yo con amor y agrado
lo extenderé a tus criaturas,
como flor de tu legado.
Si por ventura no llego
a lo que creo ir  buscando;
¡No importa! Porque en el cielo,
sé que podré terminar
lo que empezó el hombre lego,
y que no lo supo expresar.
                      *

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