viernes, 20 de mayo de 2016

PUEDEN DECIR DE MI NECEDADES.


 

Pueden decir de mí, necedades.
Que es turbia mi alma,
el corazón y mi pluma.
Pueden ponerme de rodillas
ante los TRIBUNALES,
o de las Reales ACADEMIAS
y hasta reírse de mi humilde cuna.
Pueden decir que fui un don nadie,
maltrecho, ahogado en mis penas.

Pero una cosa no podrá quitarme,
el amor sangrante de mis venas.
Ni decir que no fuera ecuánime
al formar los eslabones de esta cadena.

Pueden sentir tedio del fondo de mis temas
por el oropel turbio de su color.
Pero que nadie diga que mis poemas
no son hijos de la luz y del amor,
porque estarían pronunciando una blasfemia
Sería como el decir que no existe la luz del Sol.

Dejadme que pinte con mis sueños la hermosura
del aliento, de la luz y el respirar.
Dejadme llegar con mi locura
a lo más profundo que esconde el ancho Mar.
Para sacar a la luz la noche oscura
del letargo en que crece el coral.

Decir si queréis que fui del viento
una sombra sin apenas nitidez.
Decir si queréis que me ahogaba sin aliento
con mi pluma, apenas sin caudal.
Pero no toquéis por favor mi pensamiento,
dejadle que descanse en su yerta oscuridad.

No negarle la fragancia del amor,
al que puso el cariño y la dulzura,
porque levantaría de mis auras el fragor
desde el más allá, gritaría en la sepultura.
No quiero saber si fui una falsa flor
que envolvió la soledad en su locura.
Yo siempre traté que mi dolor
no fuera contagiado a las criaturas.
                    *

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