¡Oír mis gritos! cuando
hablo bajo,
porque son suspiros
del alma
al cruzarse en las
almenas
de los silencios ocultados.
Escuchar mi voz de
fuego
en el hielo de la
noche
que calla porque no
puede
con la pluma clavar
nada
en el filo de los
pechos
que tatúan las voces blancas
y ennegrecen las
montañas
de los suspiros del
alma.
Ay, si las flores
pensaran
o fuesen ostentosas,
qué duda cave, que
su vanidad,
salpicaría las
murallas del silencio
que se derramó del
vientre
de una sombra sin
nombre.
Y entonces, el grito
más siniestro
los escucharía el
corazón
como la brisa de un
viento
que algún día
acarició
el fondo del
pensamiento
que vivió de una
ilusión.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario