No sólo
me sentí herido
cuando
me asaltó una sombra
de los recuerdos
vividos.
Fue
mucho más la zozobra
la que
me dejó partido
el pecho
y hasta el corazón.
Fue un
alarido de muerte
el que
llegué recibir,
cuando
me arañó la frente;
lo que
se podría decir
con
vocablo contundente
el gran
trance que viví.
Como
impactos de una loza
que me
traspasó hasta el alma,
cuondo
vi que era mi esposa
que con
dulzor me llamaba.
y con un
ramo de rosas
me daba
la bienvenida
en el
umbral de la fosa
done
termina la vida;
allí quedaron
los sueños
partidos
en dos mitad
de
recuerdos y aledaños
de la
gran posteridad,
que sin
duda son los pasos
que me
quedan por andar.
*
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