Llorar, no vais a llorar
cuando me perdáis el artista;
sólo podréis comprobar
que fuisteis corto de vista
al no saber valorar
mis derramadas conquistas.
Siento como un estallido
en la
sombra de la noche
que me
arañan las escamas
del
alma, cansada y fría.
Y la
silenciosa soledad,
me
grita despavorida,
como
furia de huracán.
Un
día, el hombre llorará
cuando
se cierre mi puerta
y
hasta se maldecirá
por no
escuchar al poeta
cuando
aún podía hablar.
Es muy fría la verdad
que
araña sin compasión
y con
hastía crueldad
el
fondo del corazón.
Llorar,
no voy a llorar
aunque
me ahogue el dolor;
porque
hay en mí un caudal
que me
lo alimenta Dios,
para
que pueda gozar
del
fruto de un dulce amor.
Amor
que da libertad
a mi
alma y a mi voz
y a la
pluma al derramar
lo que
mana en mi interior.
Por lo
cual, no lloraré,
en
todo caso, cantar
al
pensar que un día tal vez
el
hombre si abrevara
en la
fuente de mi miel,
con la
que se embriagará.
*
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