Quiero abrir de par en par
el rincón y la fortaleza
donde Tu siembras amor,
la esperanza, sin tristeza
y lo que es más,
ser hijo tuyo Señor,
sin merecer tal perdón.
Me gustaría ser un niño
para jugar entre los dos
con montañas de cariño
y con muñecas de cartón;
y entregárselas a los niños
que crecen como una flor,
más allá de las murallas
de las sombras del dolor.
Y luego decirte, gracias,
por brindarme la ocasión
de ofrecerle sin reservas
a Nuestra Madre,
¡Señor!
que mi puerta ya está abierta
para ese soplo de Vos,
al que nunca le di paso
por temor a que perdiera
mí cómoda situación.
*
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