miércoles, 1 de octubre de 2014

NO TUVE COSA MAS BELLA.


       
        No tuve cosa más bella
        que pudiera compartir;
        fue la esfinge de ella
        que el Cielo mandó hasta quí
        a demás de las estrellas.
        Mis hijos, las flores y el mar.
        Siempre fueron luces bellas
        del más valioso caudal.

        Tuve la luz de los cielos
        y las praderas a mis pies.
        Volé en siderales vuelos
        con mis sueños de papel,
        más allá de los luceros
        y grandes fueros de un ayer.

        Tuve montañas de miel
        y páramos de amapolas.
        Pude hablar con un clavel
        que le ofrendaba a mi Lola.
        Con el amor de mí ser,
        henchido como una ola.

        No me faltó nunca el aire,
        ni el más bello amanecer,
        ni de la flor el donaire,
        ni el verdor del alcacer.
        No hubo, más rico nadie
        con la más bella mujer

        Fui como el ábrego errante
        que quiso ser tramoyista.
        Nunca fui yo exuberante
        aunque sí, cosmopolita
        de la tierra, parte a parte,
        Junto a la Virgen Bendita.

        En el espacio sideral
        fui a la grupa del viento.
        Mis armas fueron la paz
        y mi escudo el pensamiento
        cubierto de libertad
        con la que soñé despierto.

        Me adentré en el plenilunio
        queriendo hallar la virtud
        de nuestro mundo en disturbio.
        Y me encontré en el senectud
        con el dulce, amargo, agrio
        que da una pesada cruz.

        Enredado en la poesía,
        del amor y la bondad
        de la gente que quería;
        pero siempre en soledad.
        Hasta descubrir un día
        que sólo no ande jamás.

       Mis armas, la fantasía,
       mi espada la realidad,
       mi estandarte la alegría
       con los que podía ofrendar
       al hombre marcialidad
       para andar con gallardía.

        Espero con alegría
        que mis ojos vean la luz
        antes de que llegue el día
        que yo esté en el ataúd.
        Quisiera que mi poesía
        la hubiese leído tú

        Cada vez que me pregunto
        ¿Por qué mi alma va sola?
        Oigo una voz en lo profundo
        como el bramar de una ola
        que, me aclara en un segundo
        el por qué mi alma llora.

        Llora por besar el viento,
        los pájaros y la amapolas.
        Llora porque ni un momento
        puedo separar mi Lola
        de mi ardiente pensamiento.
        Por eso, mi alma llora.
                   *

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