lunes, 29 de septiembre de 2014

EL GRITO DE UN ALMA DOLORIDA.

       

        Es el grito de un alma encallecida
        que pone el pecho y corazón en sus poemas.
        Es el llanto de una voz
        que clama en el desierto de la vida.
        ¿Quién sabe sí seré algo de Dios
        y no la  oveja perdida?.

        Voy labrando en los campos de Aleixandre
        donde sembrará un día Luis Cernuda.
        Viajo en el tren de Miguel Hernández,
        y me ahogo con las aguas de Neruda.
        Y entre todos, no encuentro nuca a nadie
        que acallen los gritos de mí alma muda.

        Se confunde la quimera en mi boca.
        Soy un aprendiz, apenas de trovero.
        Pero busco en Federico García Lorca
        lo que hallé, de Alvaro Cunqueiro.
        Voy labrado con las manos en dura roca
        para hallar el corazón de Blas de Otero. 

        Sabe Dios, sí éste silencio callado
        pudiera algún día la luz ver.
        No pretendo imitar a los Machado,
        ni siquiera, a la sombra de Jorge Guillen,
        sólo deseo de este mundo helado
        que alguien me llegue a comprender. 

        Presiento que mis ojos están cerrados
        a la luz de un sensato amanecer,
        ya que no entro en los páramos vedados,
        de las frutas que no llegaré a comer.
        Su fuego, me rosa los costados
        el alma, corazón, pensamiento y piel.

        Con el llanto de mi pluma voy contando
        el amor y la amargura de la hiel.
        Con aire de la mano voy ofrendando
        por aquellos que extendieron tanta miel,
        en los campos donde yo me pierdo y ando,
        en la selva sorprendente del papel.

        Con el grito de mi alma retorcida
        voy llevando a los cielos oraciones,
        por aquellos que legaron de su vida
        tanto fuego deleitoso de ilusiones.
        Hoy le entrego con mi alma dolorida
        suntuosas montañas de razones.         
                          *         

No hay comentarios: