El
candado de mi pluma
estaba en tu corazón,
y el cielo medió la llave
al separarnos, a los dos.
En
mis versos está la clave
en forma de una oración
para que mi pecho clame,
pidiéndole a Dios perdón.
Una
daga se clavó
dentro de mi corazón,
cuando tu cara miraba;
me traspasaza el dolor.
Tu
dolor, fue un estupor
que hasta el alma me llegaba.
Siendo tu mismo amargor
el que en mi pecho sangraba.
¡Pero que nadie me diga
que pudo ser lo mejor!
¡Aunque el Cielo me lo bendiga
y pueda tener razón!
Me sepultaron en vida,
alma, cuerpo e ilusión
y no encuentro la salida.
Sólo tengo la oración
y la pluma que me lleva
a poder hablar los dos;
de
miles, de cosas bellas,
de las flores y del mar,
la luna y las estrellas
que emergen como el coral,
más allá de una quimera
donde germina el panal
que trepa como una yedra
en mi alma de cristal.
Y va rompiendo esa piedra
como nunca lo fue igual.
Con
el fanal de tus ojos
soy prisionero en tu alma
y me hieren como una daga.
Aquella llama encendida
de un fuego que no se apaga,
ni se apagará en la vida
aunque la muerte deshaga
¡mil veces, lo que se olvida!
*
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