martes, 7 de mayo de 2013

YO, YA NO SÉ CUANTOS SIGLOS.

    
                           
         Yo, ya no sé cuantos siglos
llevo esperando un milagro
Me siento como un mendigo
que come lo que ha robado.
 
         Y nací de un accidente
que nunca fue programado.
Por lo cual soy diferente
a otros seres deseados.

         El Cielo no me conoce,
ni hasta Él llegan los gritos,
aunque le reclamo a voces
cada día lo que no he visto 

         y aquellos libros y hombres
dicen que aún sigo vivo
en la inmensidad del Orbe,
aunque de él, soy el olvido

         que ni siquiera mi nombre
en cuenta lo haya tenido.
Y hasta me siento el más pobre
de todos los que han nacido.

         Vivo deshecho en la sombra
sin un cielo al que mirar.
Soy del Averno su obra
sin esperanza de amar.

         Si al menos encontrara fuerzas
para poder navegar
en los mares de purezas
donde no existe el pensar

         que a mi corazón atormenta.
Tal vez pudiera lograr
que el Cielo me tenga en cuenta
cuando me vea naufragar,

          en el mar del desaliento
que heredé cuando nací,
bajo el auspicio de un viento
que me arrastró hasta morir, 

          antes de haber nacido
el que me maldijo el sino,
con las garras del olvido
cuando me arrojó al camino,

          cómo a sierpe venenosa
que jamás tuvo bagaje,
sino esputos de una fosa
de un  harapo sin linaje.

         De ahí que no sea de nadie
el envoltorio de este pecho.
No tuvo padre ni madre
dicho montón de deshecho.

         Ahora sí que veo claro
porque el Cielo no me llama.
Es que soy cual un ajado
sin espiritualidad en el alma.

         Por lo cual, que nadie pida
fruto que nunca sembró.
Yo jamás fui de esta vida
nada que merezca amor.

         Sólo soy sombra de un viento
que en el Orbe no sopló.
Tal vez, más allá del tiempo
alguien me pida perdón

          Por crear un vivo muerto,
sin alma ni corazón,
cuando me arrojó al desierto
dónde muy lejos está Dios. 

         Durante siglos buscando
esquilas de la verdad.
Cuando creo que voy llegando
me pierdo en la oscuridad

         de un espacio indefinido,
de una montaña de dudas,
y todavía no he aprendido
a pedirle a Dios ayuda.

         Yo sé que Él, es la fuente
donde emana el agua viva.
Pero yo que soy la peste
de la herrumbre de la vida. 

         Deseo mirarle de frente,
aquí en y el más arriba
y hallar lo que fui buscando
de Tu Bondad compasiva,
para no seguir llorando:
–Lo que me quede por vida.

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