lunes, 13 de mayo de 2013

TU COMPAÑERO, II PARTE.



         Aún no he podido saber
si fuiste fantasma o un sueño
o en realidad una mujer.
Si lo eres, yo quisiera despertar
para arrojarme a tus pies
a implorar por caridad
que me dieras de beber
agua de tu manantial,
para que calme la sed,
 
         cual las rosas o amapolas
que se dejan acariciar
por el rocío de la noche
o del silenciosos astral,
que se oculta entre las sombras
y en cambio se oyen gritar
en lo profundo del alma,
cuando me miras los ojos
con un desdén de piedad.

         Nunca niegue la limosna
a este errante peregrino,
que se alimenta del aire
de tus ojos enjaezados
y  un mucho de lo divino. 

         Tu sombra es el alimento
de mis sueños dislocados.
Dios sabe que no hay momento
que no te sienta a mi lado;
como el perfume del Mar
cuando le arrebata el viento
la sonrisa de su sal
o las espumas de un fuego
del espacio sideral.

         Tengo celos de la luz
que el Sol derrama en tu pelo,
del aroma  de las dalias
que te ponías en el pecho,
de las caricias del agua
que bañan tu bella cuerpo,
y creo, que hasta del Cielo. 

         Si un día me despertara
y no sintiese tu imagen
que se posara en mi cara,
sería como un puñal
que a mi pecho atravesara,
sería al mayor castigo
“que el Cielo me condenara”. 

         Quiero ser como un mendigo
que dejes dormir en tu puerta.
Por lo que yo te bendigo
hoy aun después de muerta,
ya que siempre irás conmigo,
más allá de las fronteras,
donde el final del camino
rebasa la estratosfera

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