Supongo que el mayor pecado
que mi ser ha cometido
es
haber sido engendrado.
Por supuesto, el haber nacido
con tan funesto legado.
Si digo tal disparate
es fruto de las miradas
de algún activo viandante
que me clava como espadas
sus ojos en el semblante.
Puede que esté sorprendido
por la indigente criatura
que al final haya elegido
consagrarse a la escritura,
donde me hallo escondido.
Yo voy durmiendo en olas
de la flor de los trigales
y dedico muchas horas
a construir manantiales
con delirios y amapolas.
Donde el alma y pensamientos
que anida dentro de mí,
se extiende a los cuatro vientos,
más allá donde está el fin
de la bondad y
sentimientos.
No hay nada que me detenga,
al no ser la voz de Dios,
ya que su Bondad me llega
como luz del propio Sol
que me injerta fortaleza.
De ahí que no me preocupen
las miradas sorprendentes
de los que casi me escupen,
cual si fuese un indigente
de un deshecho de emoción
que intenta engañar a la gente.
Y me
rompen el corazón
con
sus desprecios de peste.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario